domingo, 25 de septiembre de 2011

¿Qué será del CORDON BLUE”?

Hay lugares emblemáticos de nuestra juventud, lugares de esos años universitarios cuando sólo te preocupa aprobar y divertirte. Para mí uno de los lugares es EL CORDON BLUE. No recuerdo si fue Susana, creo que sí, la que nos introdujo en ese antro (porque no se le podía llamar de otra forma), pero Rafael, Patricia, Susana, Elena y yo vivimos allí muchas noches felices.

Creo también que fue a finales de  4to año de la universidad cuando comenzamos a ir.  EL CORDON BLUE quedaba justo de camino a casa, cuando salíamos de la Universidad Católica, podíamos pararnos un rato allí  y tomar unas cervezas, normalmente, era los viernes.  Creo que los sábado no abría, pero además lo teníamos claro: los viernes informales, más bien tierruos para el Cordon, los sábado de sifrinos (pijos) para el San Ignacio.

Creo que todavía recuerdo la sensación que tuvimos la primera vez que vimos el terciopelo rojo de sus paredes, nuestra cara fue de !!!!!Oohhhhh!!!!!. Fuimos al Cordon animados por la idea de conocer un lugar mítico para gente de La Universidad Central. Ir a un lugar en La Plaza Venezuela, donde pudiéramos relajarnos de los rigores sociales del este caraqueño nos atraía, y así lo hicimos. Además la leyenda urbana decía que en el pasado había sido un prostíbulo, lo cual resultaba más trasgresor y atrayente

No había lugar más relajado que aquel Bar. Había gente de todo tipo y allí convivíamos y nos emborrachábamos todos juntos y tranquilos, sin diferencias,como debe ser. Fue entrar allí y quedar atrapados unos 2 años en sus viernes de relax y cervezas. Un lugar con paredes rojas y copas casi en el techo como decoración, donde se servía cerveza y donde nadie era esclavo de la moda, ni del qué dirán. !Qué felices éramos allí!.

Cuando recuerdo los personajes que conocimos, solo puedo sonreír. Sobre todo recuerdo a Miranda, aquel chico gay con piel de princesa. Era lo más llamativo del lugar con sus faldas y su personalidad encantadora. La primera vez que toque su piel quedé hechizada, luego no podía dejar de tocarlo, lo cual no era difícil en un lugar tan estrecho. Miranda me contaba que para tener la piel así de suave, se metía en la bañera con leche, cual Cleopatra. Era un personaje, y yo le tenía cariño, me quedaba embobada oyendo sus cuentos.

Paty, en el Cordon era feliiizzzz, se podía poner a hablar de política con aquellos eternos estudiantes rebeldes de La Central. Yo algunas veces participaba y otras prefería hablar cualquier cosa  con Rafael y Elena, lo que el nivel de alcohol nos permitiera.  Sus, se paseaba entre las mesas saludando gente, pues ya había comenzado a estudiar en la Central también y conocía más gente. Memorables fueron los días en que aquel tipo que se parecía a George Clonney iba al Cordon, cada vez que llegaba, Paty y yo suspirábamos. También era una institución  el señor de la barra, un gallego o portugués no recuerdo bien, un viejito encantador que ponía sin parar a  “Los amigos invisibles” o Los Caramelos de Cianuro” para animar la música.

Memorable además de las polares bien frías, era lo que te daban para picar, si pedías las cervezas, siempre te traían, unos platicos con muslitos de pollo y empanaditas. Elena y yo concluimos que las empanaditas estaban rellenas de lo que raspaban del hueso de los muslitos  que uno se comía jajajajajaja y aún así estaban tan buenas que no dejábamos ninguna.

Al graduarnos de la universidad dejamos de ir al Cordon, ya Elena y yo nos íbamos a estudiar inglés al extranjero y Rafa tenía que concentrarme en su último año. Susana siguió yendo pues ahora continuaba su segunda carrera en la Central, y aquello era como parte del pensum.

Al llegar de Inglaterra, quise volver al Cordon Blue, pero ya todo había cambiado, Chávez estaba ya en su segundo año de  gobierno. Ya mi Venezuela estaba dividida en 2: la de los chavistas y la de los escuálidos  (los que no apoyamos al gorila rojo). Fui un par de veces más. Una, con Rafa pero no fue lo mismo porque ya no éramos estudiantes, ya trabajábamos  y no pertenecíamos  a ese templo del estudiante y la cerveza barata.

Pero el día que definitivamente decidí no volver, aunque ya me daba miedo ir a esa parte de la ciudad por al inseguridad impune que comenzaba a aflorar, fue un cumple de Sus. Me dijo que fuera y así lo hice. Me senté entre sus amigos de la Central  y justo a nuestra mesa vino a sentarse Juan Barreto, uno de los peores elementos del chavismo, que por ese tiempo todavía daba clases en La Central. El Gobierno chavista sólo tenía 2 años en el poder y este corrupto no tenía los coches de lujo, chóferes y guardaespaldas con lo que anda ahora. Recuerdo que me dijo: oye tú niña, con esa pinta de sifrina, seguro tienes coche, ¿Por qué no me llevas a mi casa?. Me lo dijo con toda su prepotencia. Sólo recuerdo que le respondí:¿A cuenta de qué? Pues no. Me levante y me fui, y más nunca volví al Cordon Blue.

Me da nostalgia cuando recuerdo la Caracas por la que yo podía circular libremente. Esa Caracas amigable que me permitía aunque yo fuera del este, tomar cervezas en el Cordon Blue, o bailar salsa en el Bar del Ateneo. El gobierno de Chávez ha servido, sobre todo, para trazar una línea en el medio de la ciudad, la Caracas de los escuálidos, el este donde sin embargo todos los ministros corruptos quieren vivir, y la Caracas chavista por la que no puedes circular sin el temor de que te roben o te insulten.

Ojalá vuelvan los tiempos en que lo único que dividía a los venezolanos era el equipo de béisbol al que pertenecían. Yo quiero que vuelva la Caracas en la que TODOS podamos circular por todas partes. La Venezuela de siempre y no la que ha creado el odio y el resentimiento chavista, aquella tierra de gracia donde éramos felices. Quiero una Venezuela que incluya al rico y al pobre. Creo que ya todos somos conscientes que la gente de menos recursos tiene que ser escuchada, en vez de alentar en ellos el resentimiento. Quiero una Venezuela donde TODOS quepamos, a lo mejor así, algún día puedo volver a tomarme algo en el Cordon Blue.

Les dejo el video de Caramelos de Cianuro  “Las Estrellas”, que tanto se escuchaba a finales de los noventa, cuando iba al Cordon y que está filmado allí con sus paredes de terciopelo rojo y sus copas en el techo.