Atendiendo aquel tópico literario que me enseñaron esos años y que reza “cualquier tiempo pasado fue mejor*, me atrevo a escribir estos recuerdos letrados, letrosos y borrachosos que alegraron 5 años de mi existencia y la de muchos otros.
Pasar
mis 5 años universitarios en LA UNIVERSIDAD CATÓLICA ANDRÉS BELLO estudiando
Letras (filología) fue una de las
grandes experiencias de mi vida. Ya sé que dicen que no hay nada como el
colegio, pero a mí lo que me marcó fue la universidad. Algunos años después
volví a un Alma Mater para estudiar un posgrado (dos veces)…pero no fue lo
mismo.
Estos
cuentos comienzan casi desde el primer día de Universidad, ése en el que me
perdí con mi primer Toyota Corolla (recuerdan chicos el blanquito) porque nunca
había ido para LA CATÓLICA sin mi mamá. Logré llegar no sé cómo y a tiempo y
allí empezó todo. Debo admitir que era
bastante inocentona, galla pues como decimos en Venezuela, cuando entré a 1er
año de la Universidad. Ése año sólo leí,
salí con mi novio y estudié como una niña buena con Susana, Jeannie, y a veces
con Rafa y Mariale. Conocí el terror con Tedi (Tedesco), aunque salí bien
parada; los cuentos eternos de Olza y su “cuando yo era niño…..” y las fichas
amarillentas de Salvatierra aderezadas por su movimiento singular de pierna.
En
realidad mi vida cambió en segundo año; mi novio y yo lo dejamos (o sea me
dejó), y aunque comencé el año sentada en la segunda fila del salón con Susana
como dos estudiantes aplicadas, terminé el año en la última fila del salón de clase con Rafael incrustado a mi
existencia (love you Rafa).
“Dulcinea
y sus compis de clase”
Aquel año vimos “Literatura Española II”, la
cual impartía una gordita (de cariño)
que nos pasaba una hoja de papel para que firmáramos la asistencia. Al ser de
las últimas en firmar (recuerden la última fila) podía leer como además de mis
compañeros de clase, siempre se colaba
en la asistencia alguna Dulcinea del Toboso, que se desdoblaba en otra
clase en Aldonza Lorenzo. El lazarillo de Tormes, El Buscón o cualquier otro
personaje de la Literatura española siempre estaban presentes. La verdad, que
las primeras veces fue gracioso…ya
luego, sólo falto que al Lazarillo le dieran el Suma Cum Laudem de nuestra
promoción. Pd: La profesora gordita fue la primera en echarle el ojo a Rafael.
“El
hueco y el camión de bagres”.
Segundo año fue el año del descubrimiento, es
decir, nos descubrimos unos a otros. En clases los grupos estaban más que
marcados, estaban: los ratas, las gallas (Susana y yo), otro nivel que eran las
casi monjas y el resto de la fauna intermedia (de cariño repito). Todos súper
diferentes, pero eso sí cuando llegaba la hora de beber éramos un solo salón y
TODOS estábamos allí. Sería por aquello de salón que bebe unido permanece
unido. Ese año nos pasamos del famoso Trebol al hueco. El trébol era el lugar
emblemático donde se bebía en La Católica, pero después de unas cuantas redadas
y de que se llevaran presa por beber en la calle hasta la mismísima “Catira”,
pues decidimos cambiar de plaza a una menos concurrida por la gente y por la
poli.
Ese fue el año que Brahma introdujo en el
mercado venezolano su cerveza brasilera. Para competir con Polar pusieron la
caja de cerveza más barata, creo que se arruinaron sólo con nosotros. Ese
también fue el año en el que Rafael se empeñó en que yo tenía que aprender a
beber, que dejara el sifrinismo (pijismo) a un lado y me bebiera las cervezas y
punto sin tanta lloradera. Cualquier borrachera posterior échenle la culpa a él.
Aquellas tardes en “El hueco” donde se podía
ver desde a Marina hasta Ricurdo bebiendo
todos juntos fueron ÉPICAS. Pero la noche que quedará en el recuerdo de todos,
será aquella en la que Rafael se emborrachó tanto, tanto que dijo que nuestro
salón parecía “Un camión de pescado, porque éramos puro bagre”, yo y otras más
huimos por la derecha, primero porque no nos sentíamos aludidas y segundo porque el Rafa se estaba poniendo
peligroso. Lo que sigue después no lo voy a contar aquí porque prometí burlarme
sólo hasta que nos graduáramos, pero puedo asegurar que esa noche….Rafa fue
pescadero.
El Checo y las clases de Arte
“El Checo” fue profesor de Arte en primer año
de carrera. Era un profesor de la República Checa que sustituía ese año a la
temida Profesora titular de Arte. El
Checo no hablaba bien español y estaba un poco sordo, pero sabía de arte eso no
se puede negar, así que con su mejor voluntad comenzó el año hablando de Grecia
y Roma como corresponde.
Su clase sobre la columna griega quedó
grabada en mi memoria para toda la vida. Explicó correctamente, que la columna comenzaba con la
basa, que luego venia el fuste y que el capitel podía ser simple como en el orden
dórico, pero que en el jónico y el corintio se introducía como elemento
decorativo las volutas, ya luego veía el arquitrabe, el friso y la cornisa (explicación
simple para resumir aquí). Lo gracioso fue que al tratar de explicare esto,
cuando llegó a las Volutas, se quedó trancado, no se acordaba del nombre y
decía y estas son las: ehhhh…las ahhhh y todos gritábamos desde nuestros pupitres:
las volutas, luego LAS VOLUTAS, pero él no nos oía y seguía concentrado en el
dibujo que lo ilustraba, ya ahí se desmadró todo y comenzaron las risas, mientras unos gritábamos LAS VOLUTAS, otros gritaban otras palabras
parecidas pero más vulgares y se me explico bien.
La clase más ilustre del checo fue cuando se cayó de la mesa desde donde
impartía clases y para tratar de no caer
al piso se agarró de la cortina, obviamente la cortina se vino abajo, y el
salón estalló en risas…total él no las oía. A mí esas cosas me dan mucha vergüenza
ajena y me dio además mucha penita por el checo, pobre hombre que mal la pasó
con esas clases en un país tropical.
En una próxima entrega más de los recuerdos
de la universidad…. como las historias de Tedi, Marcovillano y el grupo aquel
que “salta inflexiona y desaparrrrece” entre otras.